jueves, 8 de marzo de 2018

#8M ¿Por qué paramos?

Por Florencia Farina (*)
Invitada especial en Palabras del Derecho

¿Por qué paramos las mujeres el día de la mujer? El 8 de marzo de 1857, 146 trabajadoras textiles murieron calcinadas en la ciudad de Nueva York por estar reclamando una mejora en sus salarios y condiciones de labor. En 1911 se celebró el primer día de la mujer en países como Alemania, Dinamarca, Austria y Suiza pero no fue hasta 1977 que la Organización de las Naciones Unidas, mediante la Resolución 32/142 en su considerando 4, “invita a todos los estados a que proclamasen, de acuerdo a sus tradiciones históricas y costumbres nacionales, un día del año como Día de las Naciones Unidas para los derechos de la mujer y la paz internacional”.

Sin embargo, muchas veces nos encontramos con que las palabras de las leyes resultan más expresiones de deseo que realidades tangibles.

Hemos ocupado históricamente un rol destinado a las tareas de cuidado, un lugar que se entiende secundario en el modelo productivo; se ha invisibilizado nuestra tarea, se ha considerado que no producimos, no trabajamos, en otras palabras, que las labores que realizamos son parte de nuestro rol natural, biológico, la condición de mujer.

Como correlato del trabajo productivo tenemos a aquel denominado reproductivo, que consiste en todas las actividades que realizamos y que no son remuneradas, y que, si no las hacemos, debemos tercerizarlas, acudiendo a un mercado destinado a ello que, obviamente, está compuesto también en mayor medida por mujeres.

La “economía del cuidado” incluye todas las actividades, bienes y servicios destinados a la reproducción social y cotidiana. Sin embargo, quienes se dedican a la economía del cuidado son entendidas en el sistema económico como personas inactivas, desempleadas, no productoras (como dice Silvia Federici “Lo que llaman amor, nosotras lo llamamos trabajo no pagado”).

El trabajo de cuidado está feminizado en casi su totalidad, siendo que el 97% de las personas que se ocupan de estas tareas son mujeres, ubicadas en su gran mayoría bajo la línea de pobreza, con ingresos notoriamente inferiores al del resto de las actividades remuneradas y con una gran presencia de trabajadoras migrantes.

Esta construcción peyorativa sobre la tarea en casas particulares la explicamos a partir de la construcción cultural que separa las competencias laborales entre mujeres y hombres, por lo que la famosa división sexual del trabajo, funcional al patriarcado, invisibiliza la labor de la mujer en su hogar. No solo está compuesto por un colectivo femenino de trabajadoras, sino que, al realizar “trabajos propios” de mujeres, estas “no trabajan”.

La huelga, primero como delito, luego tolerada y por último reconocida como derecho constitucional (art. 14 bis de la Constitución de la Nación Argentina) implica suspender las labores, por un tiempo determinado, con el fin de obtener mejores condiciones de trabajo.

Entonces, ¿por qué deberían parar quienes no trabajan? justamente, porque sí lo hacemos.

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(*) Abogada (UNLP)
La imagen que ilustra la nota fue tomada por Guadalupe Martínez en la marcha del 8M del 2017 bajo el lema “si nosotras paramos se detiene el mundo”. 

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